* Robert Hidalgo Espinoza
¿Qué pasa en el mundo de los creadores que a duras penas logran un crecimiento modesto de la economía global? ¿Qué pasa con los ahorros que no logran su retorno a las familias? ¿Qué pasa con la economía?.
Estas son algunas de las preguntas que muchos están tratando de responder. La explosión de la inteligencia creativa promete un camino de acercamiento y mayor vida, pero ¿puede ser para todos? ¿No genera ello mayor incertidumbre y exclusión de los que no están porque nunca lo estuvieron o no pueden estar?.
A continuación tratamos, a la luz del desarrollo de la nueva economía, responder a estas preguntas.
Como es conocido, la década de los ochenta impulsó una revolución industrial liderada por el Japón que lo colocó, indiscutiblemente, como la segunda economía más fuerte del planeta. Desde entonces el mejoramiento continuo y la calidad del management han sido los factores que toda organización empresarial viene practicando e impulsando cuando se trata de productos. Pero ello no basta, Estados Unidos y algunos países europeos, luego de absorber el golpe, comienzan a crear y desarrollar con mayor énfasis, en la década de los noventa, los instrumentos financieros que no sólo les servirá para acumular capitales sino para manejar los riesgos que la inteligencia creativa engendra, a fin de no perder riqueza o transformarla sin pérdidas considerables.
En las empresas del Japón, salvo raras excepciones, como en nuestro país, el aspecto financiero no evolucionó; la expansión del crédito basado en la producción, los flujos de caja y garantías, no fue suficiente para repartir los riesgos que las fluctuaciones en los precios de los bienes tradicionales presenta, día a día. Concentraron estos riesgos en sus intermediarios financieros. Resultado: Una cartera pesada considerable, evidenciada a partir de la crisis asiática de 1997, que hasta ahora no es declarada como pérdida, pero que ha sumido a la economía japonesa en años consecutivos de recesión. En la fecha su primer ministro ya amenaza con su renuncia y para salir de la crisis, luego de perderse muchos ahorros de las familias japonesas, su Banco Central va en camino de fijar cero de tasa de interés. Nadie se atreve a decir cuándo saldrán los japoneses de su crisis económica.
Si miramos a la economía norteamericana, que frente a la incertidumbre del Japón y luego de algunos intentos fallidos en sus empresas de la nueva economía, está en el camino de la reducción de tasas de interés hasta el 4 por ciento, para acabar con la recesión - por incertidumbre de los inversionistas de bolsa y desconfianza de sus consumidores en las propuestas de políticas reactivadoras - dentro de un año; podemos asumir que Estados Unidos está previendo o tiene la esperanza que la crisis que afecta a su socio puede absorberla; con lo cual, luego de perder terreno en los mercados, el Japón comenzaría a reconstruir su economía. Pero el problema que más incertidumbre genera hoy es que hasta ahora nadie conoce, a ciencia cierta, cuál es la dimensión del forado financiero mundial. Y mientras no se haga una contabilidad de las finanzas y se recurra al uso intensivo de los instrumentos financieros que desconcentran el riesgo de los negocios, en general, no se sabrá hasta cuándo seguirá el mundo en recesión. Mientras tanto, sin saber contable es muy difícil tomar decisiones para salir de las crisis.
¿Cómo conservamos, durante la década de los noventa, los peruanos la riqueza (los ahorros) que teníamos en los bancos? La respuesta parece obvia, pero tal vez superficial. No estábamos preparados para competir, no entramos más que como consumidores de la nueva economía, y no ampliamos nuestros mercados de capitales desconcentrando los riesgos y usando instrumentos financieros de sólido respaldo. Los estados financieros auditados para el sector privado sólo son exigibles, para contadas empresas, por la Bolsa y la Superintendencia de Banca y Seguros. Simplemente seguimos pensando y actuando como en la década anterior y, más atrás, pues creemos que el orden que facilita la libertad, ahora también sinónimo de creación, es una "cosa" que nos la tiene alguien que dar, a través de recetas y "ayudas". El resultado, vamos en camino a convertirnos más en consumidores de productos creados por otros que, finalmente, no los podemos adquirir. Ahora sabemos que hay que ayudarse para crear y contribuir al desarrollo económico mundial, y recibir ayuda para ser más libre, con las cuentas claras. Evidentemente este tema está ligado también a la libertad política, la ética y la democracia a nivel mundial.
Hay que revisar los programas de educación y formación a todo nivel, para pensar el orden de la libertad, la ética y la economía, y crear y usar los instrumentos financieros que nos permitan encontrar nuestro espacio en la economía global. No basta la tecnología y el mejoramiento continuo de la industria y asumir el reto de competir, como lo comprobamos con el Japón. Es necesario manejar el riesgo (la incertidumbre) de ser excluido de la economía global, el riesgo que suponen las acciones (pragmas) al margen de la moral y la ética, y los cambios continuos y, muchas veces, despiadados, que trae el imparable desarrollo de la inteligencia humana. La contabilidad es el instrumento que permite la detección y el manejo (distribución) de los riesgos, procurando la claridad y la equidad en las finanzas y la economía. El ejemplo norteamericano es más que aleccionador, aún cuando su socio (el Japón) que no es tan contable, le cree incertidumbre y golpee su economía. Sin embargo, más allá, como señalaría Pericles, la incertidumbre ocupa más de dos tercios de la vida humana. Es mejor saberlo y aprender a contar así.